¿Qué hay en escribir? El espacio de la muerte y el poder que saca del encierro
Resumen
El acto de escribir para Blanchot estaba asociado al problema de la inspiración, aunque ya sin agentes externos que la propiciaran. Así, Orfeo era más bien una mirada estupefacta, la mirada de la noche, frente al surgimiento de la obra antes que un médium para su aparición mágica. Quien escribe no habrá sido entonces más que el primer lector de algo que aparece, en su ausencia, sobre la página blanca. Y en esa misma ausencia del poeta, en su desaparición o retracción para que exista el poema, Blanchot podía afirmar que se escribe para la muerte. Muerte y obra se identificaban en su misma inaccesibilidad. Sin embargo, dado que lo escrito nunca sería una última palabra, pues siempre le sigue otra, también podría buscarse el día, una luz para la escritura en Blanchot. En sus lecturas de escritores que aspiran a transformar la vida, podría decirse que se escribe para seguir viviendo y para convertir lo imaginario en real y lo real, la muerte, en un sueño de la obra por venir. Tal es el poder de la escritura, basado en la indecidible ambivalencia de su gesto: entre el límite de la muerte y la metamorfosis de la vida.
Palabras clave
DOI: https://doi.org/10.32995/rl17201781
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